Música Sacra
Uno de los tesoros más importantes, pero poco conocido y apreciado, es el archivo de partituras musicales; las más antiguas se remontan a la primera mitad del siglo XVI. Es un acervo inapreciable por su valor artístico y su importancia documental e histórica para nuestro país. Este repertorio musical catedralicio se conserva en el Archivo Histórico Arquidiocesano “Francisco de Paula García Peláez”; aparte de ser uno de los más antiguos, es uno de los más abundantes y de mejor calidad de todo el continente.
Desde el tiempo del obispo Marroquín, se tiene noticias de libros con partituras musicales, y desde 1570 se tiene la certeza de haber tenido siempre un maestro de capilla que, además, componía música para la Catedral.
Grandes personajes ocuparon ese encargo. Entre los más importantes están el granadino Pedro Bermúdez y el portugués Gaspar Fernández (ca. 1566-1629). De ambos subsisten numerosas obras compuestas en el país. Parte de la actividad del maestro de capilla era también la de procurar obras de autores del renacimiento europeo. Gracias a ello, se cuenta también con obras de Francisco Guerrero, Cristóbal de Morales, Rodrigo de Ceballos (todos del siglo XVI), así como de los conocidísimos Giovanni Pierluigi da Palestrina, Tomás Luis de Victoria y Roland de Lassus.
El archivo cuenta también con abundantes obras de compositores del siglo XVIII, la mayoría guatemaltecos. Un maravilloso ejemplo lo tenemos en Manuel José de Quirós (1738-1765), quien ocupó el cargo de maestro de capilla por 27 años. Se adquiere también música de autores españoles activos en otras regiones de América. Su sobrino, Rafael Antonio Castellanos (m.1791), quien lo siguió como maestro de capilla, es el autor más prolífico y representativo de la época. En la época republicana, se encuentran también varios maestros de capilla muy renombrados: los Sáenz (Vicente, su hijo Benedicto, el mayor; su nieto Benedicto, el Joven y su bisnieto Francisco) quienes, junto a compositores como Eulalio Samayoa (1781-1866), dieron gran realce a la música litúrgica. Después la reforma liberal y el despojo de los bienes de la Iglesia provocaron un abandono casi total de la música en la Catedral. El fondo que custodia los documentos del repertorio musical de la Catedral posee partituras, libros de canto llano (canto gregoriano para el propio de la misa y antífonas), obras en hojas sueltas y escritas en castellano, villancicos, antiguos misales, breviarios, graduales y antifonarios impresos, todo lo cual constituye una extraordinaria colección, una de las más valiosas del mundo.