Retablos
Aunque varios retablos provenientes de la destruida Catedral de Santiago fueron traídos a la Nueva Guatemala, sin embargo no fueron utilizados por una parte, porque se usaron en la Iglesia de Santa Rosa, que funcionó como primera Catedral, y por otra parte, porque ya no se ajustaban al nuevo estilo arquitectónico de la nueva Catedral. Aquellos retablos eran barrocos, muy grandes y recargados, y servían para mostrar series completas con intenciones catequéticas. Los nuevos retablos, en cambio, debían ser de estilo neoclásico.
Después de que se talló el nuevo púlpito, el cual se estrenó el Jueves de Corpus Christi del año 1846, se iniciaron los trabajos de los nuevos retablos para los santos en 1852; los primeros fueron el de la Santísima Trinidad y el de Santiago Apóstol. El último en ser elaborado fue el de la Virgen de la Medalla Milagrosa, rehaciendo uno del siglo XIX, en 1930. Los catorce retablos de las naves de las capillas son de madera laminada en oro y de estilo neoclásico; constan de un solo cuerpo y una sola calle central, ocupada por una hornacina protegida con una puerta de vidrio. Son casi iguales entre sí; varían ligeramente, sobre todo en detalles del remate y tímpano, en la decoración del sotabanco, y en la decoración del sagrario. Son sencillos en su programa iconográfico y carecen de pinturas. En el tímpano, cada uno muestra los atributos del santo o la advocación que acoge. Doce de ellos son de las mismas dimensiones, mientras dos de ellos son más grandes, ya que albergan a más de una imagen: el del Santo Cristo de los Reyes, con la Virgen y San Juan, y el de la Santísima Trinidad y la Inmaculada Concepción.
En la Capilla del Santísimo Sacramento, se encuentran otros cuatro retablos, en este caso pintados de blanco marfil con elementos arquitectónicos y decorados sobredorados. Son de dos tipos, haciendo parejas. El de Santa Ana hace pareja con el del Cristo de las Misericordias o Cristo de las Ánimas y el de San José hace pareja con el de la Virgen de Lourdes (antes era el retablo para la Inmaculada Concepción).
En la Capilla de Nuestra Señora del Socorro, en cambio, hay 5 retablos, todos ellos diferentes. El retablo de la Virgen del Socorro, que preside la Capilla, es el de mayores dimensiones de toda la Catedral. Se distingue por su marcado acento arquitectónico; cuenta con un solo cuerpo estructurado mediante un par de columnas corintias a cada lado del sagrario y de la hornacina. El tercio inferior de las columnas se ornamenta con elementos vegetales en lugar de las tradicionales acanaladuras. El friso presenta una decoración clasicista a base de pabellones colgantes. Un frontón con forma de segmento de círculo completa el aspecto de portada del retablo; su interior se decora con una aureola radiante que encierra un anagrama con una corona real. En el sotabanco está una urna que resguarda las reliquias óseas de San Víctor y San Victoriano. Las reliquias son de tamaño natural, una armazón de alambre y hierro sostiene los huesos del cuerpo y permite distinguir claramente los cráneos y las extremidades. Las armazones están forradas con tela y vestidas con lujosos trajes brocados. Ambas momias tienen capa larga y calzan botas de seda.
Los demás retablos de la Capilla son también muy hermosos. Uno de los más elaborados es el de la Virgen de la Asunción, el cual también contiene la urna de cristal de la Virgen del Tránsito. También hermosos son el retablo de Jesús Nazareno, conocido como “del Rinconcito” y el de la Virgen de Soledad con el Cristo Yacente. El más sencillo es el de la Virgen de las Nieves.
Además de los mencionados, existe un último retablo, especialmente bello, en la Capilla del Palacio Arzobispal, dedicado a la Virgen de Dolores.