Pintura
En la Catedral confluyen tanto expresiones de pintura religiosa como civil. Probablemente los ejemplos de pintura religiosa más importantes presentes en la Catedral son los cuadros de la serie de la vida de la Virgen María encargados al pintor novohispano Pedro Ramírez, el Mozo (1638-1679), los cuales engalanaron la segunda Catedral en la ciudad de Santiago para su inauguración en 1680. Se trata de una serie que consta de las siguientes pinturas: Inmaculada Concepción, Natividad de María, Presentación de María, Desposorios, Anunciación, Visitación, Adoración de los pastores, Adoración de los Reyes Magos, Presentación de Jesús al templo, Huída a Egipto, El Niño entre los doctores, Tránsito de San José, Pentecostés, Asunción. En todos ellos se notan las características de la pintura novohispana alineada a la sevillana: naturalismo con vivo contraste de luces y sombras, realismo en el tratamiento de rostros y telas, empleo de modelos basados en las obras de Rubens, gran consistencia en el dibujo. Se nota también una gran influencia del pintor español Francisco de Zurbarán, sobre todo en el claroscurismo.
Otras dos grandes telas completan la colección de obras de Ramírez en la Catedral: se trata de los Triunfos. Son dos grandes telas que se encuentran en el ingreso sur de la Catedral, pintadas originalmente para la sacristía de la segunda Catedral en Santiago. Copias de dos tapices de Rubens hechos para el convento de las Descalzas Reales de Madrid, se conocen como “El triunfo de la Eucaristía” y “el triunfo de la Iglesia”, pero sus nombres correctos son: “Triunfo de la eucaristía sobre la ignorancia y la ceguera” y “triunfo de la eucaristía sobre la idolatría”. Se trata de uno de los temas predilectos del arte de la contrarreforma: la presencia real de Cristo en el sacramento de la Eucaristía. Estos cuadros están fechados en 1673, y fueron hechos seguramente a petición del obispo Juan de Santo Mathía Sáenz de Mañosca y Murillo, para resaltar el triunfo de la Iglesia católica sobre los protestantes y el paganismo.
Además de estos y otros óleos del siglo XVIII, provenientes de la Catedral de Santiago, hoy Antigua Guatemala (Virgen del Carmen, Virgen de Guadalupe, la serie de los doctores de la Iglesia en la sacristía, etc.), llama mucho la atención la presencia también de pintura neoclásica. Su más grande exponente es el guatemalteco Juan José Rosales (1751-1816), de quien puede observarse en la Catedral el “Cristo de los ángeles”, óleo de grandes dimensiones que reproduce con libertad un cuadro del pintor francés Charles F. Le Brun. En el museo Arquidiocesano de Santiago pueden observarse otras obras, de diferentes dimensiones, que dan una muy buena idea de la pintura de la época.
Entre las expresiones de la pintura civil, llama la atención los variados retratos eclesiásticos que adornan las sacristías y el Palacio Arzobispal. Es evidente el propósito de preservar la fisonomía individual de las personas que, según el criterio de sus contemporáneos, merecen trascender. Entre ellos, naturalmente los obispos y arzobispos, y en particular aquellos cuya vida y obra es más importante, o aquellos que han legado algún privilegio para la Iglesia metropolitana de Guatemala. Como en otras Catedrales, también la de Guatemala posee una serie iconográfica completa de retratos de sus obispos y arzobispos; algunos de ellos, de tamaño natural y cuerpo entero, se encuentran en la sala capitular. Muchos de ellos fueron realizados por el famoso pintor guatemalteco Juan José Rosales (c. 1751-1816), cuyo estilo innovador caracterizado por iluminación y color festivo, rompe con el tenebrismo de los retratos del barroco.
Entre los retratos de cuerpo entero más importantes antes de Rosales están los realizados para Juan de Palafox y Mendoza (José de Valladares, finales del siglo XVIII) y Juan de Santo Mathía Sáenz de Mañosca y Murillo (José de Valladares, inicios s. XIX). Son de Rosales, en cambio, los de Pedro Cortés y Larraz, Cayetano Francos y Monroy, Rafael de la Vara de la Madrid, Ramón Casaus y Torres. El posterior retrato de Ricardo Casanova y Estrada fue ejecutado en 1911 por Ismael Penedo. También la mayor parte de los retratos de medio cuerpo que se encuentran en la sacristía mayor de la Catedral son copias hechas por Rosales para sustituir a los ya dañados provenientes de la ciudad de Santiago.