Textiles
La Catedral cuenta también con una colección de vestiduras y tejidos litúrgicos extraordinaria. Esta colección está conformada por innumerables piezas; consta de albas, amitos, botines, dalmáticas, capas magnas y pluviales, casullas, cíngulos, esclavinas, estolas, guantes, manípulos, mitras, sobepellices; además, ornamentos que se emplean durante los oficios litúrgicos, como cubre cálices, frontales, humerales, palios, paños de altar y algunas prendas que se usan para vestir a las imágenes en la Iglesia.
El bordado hecho a mano ocupa un lugar primordial en la ornamentación de la vestimenta religiosa. Ya para el siglo XVII pero especialmente en el XVIII, los bordados usan hilo de oro o laminilla de dicho metal. Predominan los motivos florales, los cuales se realzan en algunas partes. Se usan galones para enmarcar las áreas.
Las piezas más espectaculares de la colección de la Catedral están logradas con la técnica llamada “bordado en realce”, la cual consiste en trabajar el hilo metálico sólo por el derecho del tejido, sobre un relleno de gamuza o piel, cordón o tela. Algunas casullas hechas con esta técnica son verdaderas obras de arte. También las hay que tienen aplicaciones en alto relieve, entre las que se destacan motivos simbólicos como corderos, lirios, azucenas, palomas, corazones llameantes, etc. En cuanto a las telas, se prefiere el terciopelo o telas de damasco, cuyos diseños florales y geométricos se caracterizan por ser de bajo relieve y reversibles. Se usa también tisú o lamé de seda, satín o raso de seda, tafetán. La extraordinaria gama de creatividad y riqueza de los bordados de estos textiles nos habla de la suntuosidad de las ceremonias y del papel que los altos dignatarios de la Iglesia han ejercido en la vida de la Iglesia y del país a lo largo de los siglos.